Desde el nacimiento de bitcoin, hace más de 10 años, la tecnología detrás de las criptomonedas, blockchain, o cadena de bloques, ha evolucionado hasta tener más aplicaciones en áreas de negocio e investigación, de acuerdo con Dicio, desarrolladora de identificación biométrica.

Destaca la implementación de contratos inteligentes en transacciones y resguardo de datos en las fintech.

Los contratos inteligentes son programas que se ejecutan en la red de blockchain; se conforman de un código que comanda acciones, de acuerdo con ethereum.org.

La industria empieza a pensar en casos de uso separados de las criptomonedas, uno de ellos, es para resguardar la identidad de clientes, es una de las cosas más importantes que va a tener la tecnología, esencialmente por temas de trazabilidad, transparencia y seguridad de datos”, comentó Alejandro Rodríguez, arquitecto de blockchain en Dicio.

Para el 2023 las organizaciones que implementen contratos inteligentes dentro de su operación podrán aumentar la calidad general de sus datos en 50%, a costa de reducir la disponibilidad de la información en 30%, de acuerdo con Gartner Inc.

“Cuando una organización adopta contratos inteligentes de blockchain, ya sea impuestos externamente o adoptados voluntariamente, se benefician del aumento asociado en la calidad de los datos, que aumentará en 50 % para el 2023”, dijo en un comunicado Lydia Clougherty Jones, directora sénior de investigación de Gartner.

Gartner destacó que los términos y condiciones que se establezcan en los contratos inteligentes, afectan directamente a la disponibilidad de la información, desde ninguna, limitada e ilimitada.

“La confianza va muy de la mano con el blockchain, porque la tecnología nos permite tener la seguridad en los datos, que se mantenga correcta dentro de un un sistema inmutable como blockchain”, comentó.

Esta tecnología puede transformar los servicios financieros, especialmente en los entornos donde existe confianza incompleta, de acuerdo con el estudio “Blockchain y Comercio Internacional”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo.

Fuente: EL ECONOMISTA
Autor: Sebastian Estrada